Aranceles del rey Midas
El modelo que inspira a Trump es la mafia, un grupo de emprendedores sin escrúpulos que buscan su beneficio mientras dicen respetar el honor, la familia y a Dios


La corrupción en los países pobres se llama mordida y en los ricos, arancel. Estos días hablamos mucho del potencial destructivo para la economía de los aranceles que, día sí y día también, anuncia Trump. Pero pasamos por alto su mayor perversidad: formalizan el trato de favor a los amiguetes. El dispensador arbitrario de los aranceles (en este caso, Trump) se erige en un rey Midas que convierte en oro a unos sectores económicos. Y en carbón a otros.
De forma directa o indirecta, el Gobierno extorsiona a las empresas. Si me apoyas (con dinero o lo que sea), pongo aranceles a tus competidores internacionales; si dejas de apoyarme, los quito. Yo, el rey, siempre gano. El actual vendaval de aranceles no es entender el poder de forma transaccional (como se enfatiza tanto que hace Trump), sino corrupta. No es propio de un negociante, sino de un mafioso. No es anecdótico que el merchandising MAGA de la campaña electoral incluyera camisetas mostrando a Trump como Vito o Michael Corleone, o que él mismo se haya comparado en alguna ocasión con Al Capone. El modelo inspirador de Trump no es el Gobierno mínimo de Reagan ni el imperio máximo de McKinley, sino la mafia. Un grupo de hombres emprendedores y sin escrúpulos que buscan su beneficio personal mientras dicen que respetan el honor, la familia y a Dios. Dicen.
Si de la historia universal de la mafia podemos extraer una lección que nos sirva de predicción de lo que puede suceder con Trump sería esta: es muy difícil vencer a la mafia, pero las mafias se derrotan a sí mismas. Son lo contrario a las congregaciones religiosas. Es muy costoso ensamblar un grupo de personas dedicadas a un fin noble, pero, una vez montado, dura mil años. Los fines innobles montan sociedades de la noche a la mañana, pero se deshacen como azucarillos.
EE UU, país que lleva luchando desde sus orígenes contra la mafia, la sombra siniestra del rascacielos capitalista, reaccionará. El 60% de los americanos propietarios de acciones comprueban cómo el perfume que salía de las bolsas tras la elección de Trump se convierte en un hedor fétido. Los efectos de los aranceles dan dentelladas al bienestar de millones de americanos: disparan la inflación, rompen las cadenas de distribución, desatan represalias en los países afectados que afectan a empresas de EE UU. Una guerra comercial, como cualquier guerra, empobrece a todos, sobre todo a quien la empieza.
Pero quien padecerá más, si no cambia, será el propio Trump. Los jefes mafiosos acaban solos y locos. Como el rey Midas.
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